
INICIOS DE ANÁLISIS
Por Débora Liberman

Invito a reflexionar sobre los tratamientos con los niños en la actualidad, en nuestra época. Esto implica leer los hechos y sus consecuencias de la época en la que vivimos. Las familias, las nuevas nominaciones y la época.
La concepción de familia que tenemos hoy ha variado, no era igual hace 50 años atrás. La tradicional familia judeo-cristiana (padre madre hijos), estructura familiar hoy no se sostiene. Nos encontramos con otras Configuraciones Familiares, término que se ajusta más al incluir nuevos modos de lazo afectivo para hablar de familia, incluye: familias ampliadas, monoparentales, ensambladas, de dos madres, o dos padres y otras formas.
Así como se pone en cuestión la familia tradicional, también pone en cuestión la paternidad, su término, que designa al padre del hijo. El discurso ha producido un nuevo significante: parentalidades, que nombra las distintas formas de encarnar la función paterna, y/ o materna. Este significante se corresponde a la época en la cual se es padre y/o madre aunque no haya vinculo sanguíneo con el hijo/a. Toca una problemática legal incluso. ¿Qué es lo que ha provocado éste cambio de concepción? Son varias las causas y ninguna en particular. Tomemos alguna, la pastilla anticonceptiva, la fecundación asistida, el matrimonio igualitario, podemos seguir nombrando. Responde a nuestra época influenciada por la ciencia y la tecnología que acompaña los cambios sociales o viceversa. Época en la cual el objeto a comanda. Podemos decir que asistimos a una renovación en el discurso que acompaña las nuevas formas en las que se presenta la familia hoy. Estas reflexiones sobre las familias nos acercan mucho más al concepto de Función paterna que propone Lacan. Entonces no se trata del papá o de la mamá biológica sino de quien encarna la función padre/madre para el niño. Ahora bien, son funciones no en el aire, son funciones encarnadas en alguien, es decir son funciones que toman cuerpo en alguien, en un sujeto.
Entrevistas preliminares a la formulación de demanda de análisis.
Los psicoanalistas nos ocupamos de lo que no anda, de lo que fracasa en el bricolaje de los ideales familiares. Es así como alguien consulta. Es alguien que padece de algo, que denuncia lo que no anda, alguien que sufre, se queja, algo le urge a ser resuelto. En particular con niños la urgencia muchas veces se inicia en la escuela. Otras en la casa. Entonces son los padres declarando lo que supone es el malestar del hijo. El analista, escucha y espera a fin de discernir si esa urgencia es propia del niño o de los padres. Inauguramos el tiempo de lo que llamamos entrevistas preliminares. ¿Preliminares a qué?, a la demanda de análisis. No es un tiempo establecido, es el tiempo en el que se puede constituir la demanda de análisis.
La indicación de Lacan es fuerte en este sentido. Sostiene propiciar un trabajo previo a todo análisis, dar el tiempo necesario a que se produzca: el sujeto dividido, que aflore el inconsciente en alguna de sus formas (sueños lapsus síntoma fallidos), que se instale la transferencia y el analizante pueda desplegar su padecer como sujeto dividido. La implicación del sujeto en lo que le pasa. Es pasar de la queja, a un más allá de la queja a una pregunta sobre lo que le pasa, a una incógnita, y la refiera al analista como “Sujeto supuesto Saber” ubicando un saber más allá. A ello denominamos demanda de análisis. Buscamos también el consentimiento del sujeto en el caso con niños, además del consentimiento de los padres. Es el tiempo en que se intenta cernir aquello que dejó de funcionar. Ubicamos allí una caída de las identificaciones o una vacilación fantasmática, el síntoma se hace ruidoso.
De que se trata un análisis con niños
El niño es un sujeto alojado en la novela familiar. Y desde allí va a ocupar un lugar en lo que llamamos el Deseo de la Madre, a través de la significación que da el Nombre del padre que metaforiza dicho el deseo. Deseo que lo escribimos como una X. Sabemos que el deseo, por ser deseo, es una falta. Muestra la falta del Otro y como tal no hay un significante que lo colme o lo complete. Lo que va a ocupar ese lugar de X tiene un valor fálico y es allí, en el mejor de los casos, alojado allí es que el niño tiene un brillo fálico para la madre. Como el niño logra “interpretar” “responder” esa X, es a través del operador que Lacan llama Nombre del Padre. Ese operador no es nadie, ese operador, como decía antes, está encarnado por alguien de carne y hueso que cumple la función de padre para ese niño. Alguien que la madre reconoce como su partenaire y, es a través de él que el niño encuentra su valor fálico, una respuesta para su ser, un modo fantasmático de responder al deseo de la madre. Es a través del padre, en su función de Nombre del padre, que el niño se orienta a responder a la X. Sabemos, no hay una respuesta justa, sino distintas respuestas.
Bibliografía
Lacan, J: Notas sobre el niño. Otros escritos. Buenos Aires: Paidós
Laureant, E: El niño y su madre. Conferencia pronunciada en Vigo.
Laureant, E: El niño y su familia. Buenos Aires: Colección Diva
Laureant, E: Hay un fin de análisis para los niños. Buenos Aires: Colección Diva
Algunos interrogantes…
Misterioso y complejo es el hombre que despertó el interés y la investigación de Freud. Descubrió que la sexualidad era parte esencial de la vida de los sujetos. “La sexualidad es justamente el terreno, si puedo decirlo así, en que no se sabe con qué pie bailar a propósito de lo que es verdad”, dice Lacan
Entre tal hombre y tal mujer, nada está escrito por anticipado. Su encuentro no está programado. Los hombres y las mujeres hablan, viven en un mundo de discurso, es eso lo que es determinante. Las modalidades del amor son ultrasensibles, cada civilización se distingue por el modo en que estructura su relación entre los sexos. ¿Tendrían los hombres ideas del amor si las mujeres no les enseñaran? En verdad es dudoso….para ambos sexos, dice Miller, eso empieza con la madre.
El diálogo de un sexo con el otro es imposible, suspiraba Lacan y analiza la vida amorosa puntuando sus desencantos, sus errancias, sus desvaríos. El amor, es un laberinto de malentendidos cuya salida no existe. Orientado por el falo, proteger el tener, en el hombre. Buscar el ser en la mujer, enmascarar la falta, parecer ser, construir un tener, son los semblantes que entretejen la relación entre los sexos.
¿Por qué elegimos a quien elegimos como partenaire? ¿Por qué con esa persona y no otra? ¿Cuándo se fija ese deseo? Ese encuentro tiene que ver con la marca singular .Existe lo que Freud denomina la condición de amor, la causa del deseo, determinante en la elección amorosa.
La elección del partenaire se trata de una mezcla. Por un lado el encuentro, la contingencia y por otro lado esas determinaciones, esas condiciones inconscientes. Determinaciones que determinan. Pueden ser por un lado las edípicas al decir de Freud u otras diferentes cuando la cuestión es un nuevo amor. Cuando digo nuevo amor es el amor más allá del Edipo, más allá de cómo lo pensaba Freud, amor como repetición. Para Freud el amor es necesariamente repetición y el sujeto busca reencontrar en el objeto de amor los rasgos de sus primeros objetos. Lacan lo plantea como invención. Invención que estará determinada con una marca singular del sujeto, con la respuesta que ha dado a la imposibilidad. Lo imposible es la relación sexual en el sentido de complementariedad. Imposibilidad del amor como completud. Imposibilidad del hacer uno de dos. Dice Lacan: “Dos cuerpos que se abracen hasta aplastarse…no hacen uno”. Cuando cada sujeto en la pareja, se encuentra con la imposibilidad, la capta y puede responder con algo nuevo. Cuando el sujeto esta advertido, es probable que el amor con el otro tenga un lugar más digno, logrando que la imposibilidad no se convierta en impotencia.
Condiciones del amor
La condición del amor es una cierta disposición inconsciente del sujeto que desencadena automáticamente el deseo sexual y hace elegir a ese objeto como el objeto de amor. Cuando se realiza tal condición, el amor se desencadena automáticamente, los objetos funcionan como sustitutos de la madre. Dice Miller, marido y mujer todos sustitutos, ninguno genuino.
Lacan en la vida amorosa marca una disimetría. Afirma que para todo hombre una mujer es un síntoma. Para el hombre, en el lugar de la falta, de lo que parece faltar, Lacan pone el fantasma. Es el nombre también, si se quiere, de lo que subtiende el amor. Cada uno, por su amor-propio, por su narcisismo, en tanto que hombre, en tanto que varón busca las condiciones de su felicidad según su fantasma. Es un tipo de verdad que el psicoanálisis estableció y que, en el fondo marcó el estilo de amor.
Advierte Lacan: el hombre es un pesado, estorbado, embarazado por el tener. Como el tener es un estorbo, teme perderlo. Está condenado a la cautela. En un reportaje dice que los hombres son tan miedosos que van a la guerra para huir de las mujeres. Hay toda una conducta extraordinaria del lado masculino, hay que decirlo: el hombre que no debe ser molestado por el ruido o por la palabra innecesaria, mientras está en su asunto. Esta cuidando lo suyo, su tener. Esta superioridad del propietario, le da miedo a que se lo roben, goce fálico, no le da a nadie la llave de la caja fuerte. Se protege, la clínica lo muestra con síntomas como la impotencia, la no entrega al otro y el refugio en la masturbación.
Para el hombre, ¿Qué es una mujer? Una mujer para un hombre es el falo, o un objeto, o el síntoma, según Jacques Lacan.
Según Freud, una mujer es, para el hombre, una madre o una puta; en este último caso, no satisfacerá al amor sino sólo al goce.
La forma femenina del amor es más erotómana que fetichista: quieren ser amadas, y el interés, el amor que se les manifiesta, o que suponen en el otro, es a menudo una condición necesaria para desencadenar su amor, o al menos su consentimiento. El fenómeno está en la base de la conquista masculina. Particularidades nimias, que recuerdan al padre, la madre, personaje de la infancia, juegan también su papel en la elección amorosa de las mujeres. Freud se sostiene en la lógica del Todo. Esto lo lleva a conceptualizar a las mujeres de una determinada manera.
Freud se ocupa del deseo femenino, se pregunta: ¿Qué quiere una mujer? y responde, un hijo del padre. La resolución que da Freud al complejo de Edipo determina un estancamiento histérico que es un límite en la concepción de la cura.
La lógica del no-Todo, sostenida por Lacan, resitúa a la mujer de una manera diferente. Ubica a la feminidad en un estatuto diferente al de la histérica, en la medida en que la mujer tiene un goce más allá del falo. Lacan dice que las mujeres van más allá del goce fálico, tienen acceso a un goce que va más allá de la medida fálica, ese es un goce suplementario. Goce distinto al goce fálico, al goce limitado, sometido a la castración.
El goce femenino, el que no tiene límite, es el que Lacan llamo suplementario en el seminario Aún. Este goce inconocible para el hombre e indecible para las mujeres, funda la sentencia lacaniana “no hay relación sexual” desarrollada en el seminario…O peor.
El diálogo de un sexo con el otro es imposible, suspiraba Lacan. El amor, es un laberinto de malentendidos cuya salida no existe. Ante lo imposible de la relación sexual, la función fálica, instaura un orden de encuentro entre los amantes. El amor da la esperanza que la relación sexual sea posible.
Curarse del amor como repetición e inventar un nuevo amor, amor más digno.
En el Seminario Aun: “se trata del encuentro entre dos exilios”. Mi marca de exilio en la relación sexual encuentra una sintonía con la marca de exilio de la relación sexual del otro”. Y Miller no es menos poético y dice: “en la pareja, el amor, es valentía ante fatal destino”.
Bibliografía
Freud, S. (1905): Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas. Tomo VII. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1923): La organización genital infantil. En Obras Completas. Tomo XIX. Bunos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1923): Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica. En Obras Completas. Tomo XIX. Bunos Aires: Amorrortu.
Freud, S (1931).: Sobre sexualidad femenina. En Obras Completas. Tomo XXI. Bunos Aires: Amorrortu.
Lacan, J. (1959-1960): El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (1962-1963): El Seminario. Libro 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (1972-1973): El Seminario. Libro 20. Aun. Buenos Aires: Paidós.
Laurent, E. (2004): Los objetos de la pasión. Buenos Aires: Tres Haches.
APUNTES SOBRE LA CLÍNICA DE LA REPETICIÓN
Por Gabriel Racki

Foto: Dalia Virgilí Pino
I
La repetición se trata del fenómeno clínico más contundente de la práctica analítica. Desde su establecimiento por Freud en 1914 como efecto fundamental de la asociación libre, pasando por el lugar de la producción del discurso analítico: los S1 soportes de la existencia, hasta la iteración como el nombre exaltado por J. Miller en su Seminario: el Ser y el Uno como raíz adictiva, indomable de los síntomas.
Todos los operadores clínicos: síntoma, transferencia, fantasma, sinthome, etc… podríamos decir que “están hechos de repetición”, ninguno es clínicamente concebible ni posible de construir sin su sustancia repetitiva.
Es, por lo tanto uno de los nombres de lo real como referencia de cura analítica, índice que la práctica se trata de otra cosa que la conexión de palabras con palabras.
II
La clínica de la repetición no se trata solo de leyes, por ejemplo de constancia, convergencia o imposible, que llevan a un “peligro para el analista” que Miller formula en Experiencia de lo Real como “morosidad del analista”, colapsar la repetición con leyes de reiteración lleva al peligro clínico de dormirse con el analizante en el sueño de un algoritmo inexorable que sostiene la existencia.
Otra faz es tomar la repetición como lo que cada vez re-comienza, es la repetición como real sin ley, esta dimensión no se puede imaginarizar ni asimilar a una ley simbólica, no entra en una serie, se trata de una dimensión significante traumática que pulsa sobre el cuerpo, y sobre su fundamento gravita la empíria repetitiva.
Si bien tiene como correlato la impotencia del analista, es con este sesgo traumático, si es tomado como imposible, que hay alguna chance de “airear o ventilar” el goce repetitivo.
III
Más cerca de la lengua de los filósofos que de las aspiraciones de formalización y reducción científica, podemos exaltar la ética analítica para el tratamiento de la repetición, y proponemos indagarla tanto en los textos de Freud y Lacan como en la experiencia clínica:
Con Deleuze, y su forma bella de nombrar en “Diferencia y Repetición” la diferencia entre una ética de leyes generales que corresponde a” la cabeza”, de una ética que corresponde al corazón, en la que late la repetición y que está del lado del arte y no de la representación.
Con Aristóteles, en su libro de Física se introduce un sesgo no obvio, pero crucial para una ética de la repetición: el de” un ser de elección” diferenciando la Tyche para seres con capacidad de elección del automatom.
Kierkegaard nos propone en “La Repetición”: “quien desea la repetición ha de tener coraje, el que solo desea esperar es un pusilánime, el que no quiere más q recordar es un voluptuoso... pero el que desea de verdad la repetición es un hombre”…el que no comprendió que la vida es repetición y que en eso estriba la belleza de la vida…es un pobre hombre y no merece otra cosa que morirse en el acto…”. “La vida sin repetición sería como un tronco arrastrado por la corriente de lo fugaz y novedoso, lo cual embauca el alma humana”
Con Nietzsche, se puntualiza la ficción imaginaria del “ciclo reiterativo vano”. Y, por el contrario define la repetición como “eterno retorno”. Como una posición ética de convicción y entusiasmo, se trata de una repetición que vuelve transformada si se le agrega el ¡quiero!…dicha posición es lo que da a la repetición un valor de acto y transformación.
La ética analítica frente a la repetición debe vivificarse con Aristóteles, Kierkegaard Nietzsche y Deleuze. Radicalizar esa convergencia nos permite:
1-vincular la repetición no a una vana reproducción sino a la verdad del ser hablante.
2-Hacer vibrar la repetición como una ética de decisión, elección, determinación y entusiasmo frente a lo inexorable.
3-E inyectar al tratamiento ético de la repetición la dignidad de la raíz creativa que late en su seno, que proponemos referir a lo real sin ley.
GÉNERO Y SEXUACIÓN
Por Claudia Zampaglione

Robert Stoller estableció el famoso binario sexo/género. “Sex and Gender”, de 1968, sigue siendo hoy referencia obligada de los médicos. Lacan recomienda su lectura en el Seminario XVIII, para criticarlo.
El sexo es lo biológico o fisiológico.
La noción de género implica un discurso psicológico establecido. Tiene que ver con valores y roles estereotipados impuestos por la cultura, es decir, con las identificaciones imaginarias y significantes.
Hombre y mujer, ¿se trata de sexos o de géneros? Se consideran en oposición binaria ¿de igualdad o diferencia? La frase célebre “La mujer no nace, se hace” de Simone de Beauvoir instala la cuestión en términos culturales, no biológicos.
Los psicoanalistas lacanianos no somos ni biologicistas ni culturalistas. Nos orientamos por la sexuación. Es decir, por una elección inconsciente de la posición sexuada, no voluntaria, y que tiene para Lacan tres momentos: imaginario: anatomía, simbólico: discurso sexual y real: sexuación.
También deberemos distinguir entre sexuación, elección de objeto y prácticas de goce. La elección del partenaire y la práctica de goce no definen al sujeto ni como hombre ni como mujer.
“En el ser humano no se encuentran la pura masculinidad o la pura femineidad ni en el sentido psicológico ni en el sentido biológico”. Decir “soy un hombre” o “soy una mujer” sigue siendo cosa del yo o del género y no dice mucho sobre la sexuación.
Definir lo masculino por la actividad y lo femenino por la pasividad también es insuficiente.
La sexuación entonces no se puede reducir a la identificación y se resiste a la identidad. Las fórmulas de la sexuación no son fórmulas que escriban una supuesta relación, sino que dan dos posiciones sexuales separadas, no la fórmula de la pareja. Son alternativas que se le ofrecen al sujeto en su relación con la función fálica. No son goces complementarios. El goce femenino es para Lacan suplementario, un goce más allá del falo, no como déficit, sino como plus.
Ahora bien, las llamadas teorías de género son en plural. No existe “la” teoría de género en singular. La “Queer theory” y revoluciones sexuales posmodernas rechazan el pensamiento binario hombre/mujer. La idea de transgénero acoge a gays, lesbianas, transexuales, travestis, intersex… La teoría queer también critica el rol y la identidad de género, esto es lo que compartimos con ella.
Judith Butler, Donna Haraway, Beto Preciado, son teóricas/os muy interesantes que se pueden enmarcar en un feminismo de la tercera ola, a partir de los años 90, que se aleja del esencialismo y de las definiciones de femineidad asumidas como universales. Con ellas tenemos coincidencias: género como construcción cultural, no natural, la anatomía no es el destino, fin de la visión androcéntrica y patriarcal, fin de la heterosexualidad como norma. Y también divergencias: identificación sexual como algo negativo, relación sexual como imposible, el sexo no es performativo, la elección sexual no es voluntaria.
Nosotros creemos que el goce es queer por definición, cada forma de goce es absolutamente singular, “torcido” en relación con la norma fálica. En este sentido lo femenino es la alteridad radical, es el Otro goce que no sería el fálico y que no es sólo un asunto de mujeres. Lo femenino es sin género. Lo que hace presente el goce femenino es que no hay reciprocidad posible y mucho menos simetría. Es un goce más allá de la lógica binaria falo/castración y que lleva la marca del no-todo.
Transexualismo.
En la obra freudiana no hay lugar para el transexualismo. Tenemos el caso de la psicosis schreberiana y su fantasía de qué hermoso sería ser una mujer en el momento del coito.
Pasemos ahora a lo que dice Lacan. Hay dos momentos en su obra donde se refiere al problema del transexual, en 1958 y en 1971.
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La primera referencia se encuentra en “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de una psicosis” donde habla de la “práctica transexualista” de Schreber. Él encontrará una solución al desencadenamiento de su psicosis transformándose en la mujer de Dios. “A falta de poder ser el falo que falta a la madre, le queda la solución de ser la mujer que le falta a los hombres”. En este empuje a la mujer Lacan ve, como sabemos, una función de restitución de la psicosis.
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En 1971 Lacan nuevamente se refiere al tema, en el capítulo 2 del Seminario XVIII. Nuevamente asocia transexualismo a la psicosis y a su mecanismo, la forclusión.
Pero, en la era de la forclusión generalizada, ¿deberemos seguir pensando en el transexual asociado a una estructura?
En el capítulo 1 del Seminario XIX vuelve a presentar su fórmula No hay relación sexual, es decir, no hay saber instintivo sobre la sexualidad humana. Esta no es algo natural, ni una cuestión de género, sino de sexuación.
Enumera tres pasos necesarios para poder asumir una posición sexuada.
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El primero es la constatación de lo que llama “la pequeña diferencia (que) es aislada muy tempranamente como órgano…” “Se los distingue, no son ellos que se distinguen”. Lacan utiliza en este capítulo la palabra error, a propósito. “Ese error consiste en reconocerlos sin duda a partir de aquello por lo cual se distinguen, pero en no reconocerlos más que en función de criterios formados bajo la dependencia del lenguaje”. Éste es el error común a todo sujeto.
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El segundo paso es el valor que habrá adquirido la pequeña diferencia en toda clase de identificaciones vinculadas a lo que se espera de una niña o de un niño.
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El tercer paso alude a la elección del sujeto. Es el más importante y es el momento en que el sujeto elige inscribirse de un lado o del otro de las fórmulas de la sexuación, independientemente de su anatomía, según el goce que experimente: un goce todo fálico o un goce no-todo fálico. Es entonces cuando Lacan se refiere al transexual. Lacan reformula el término error que los transexuales utilizan, cuando refieren que han sido víctimas de un error de la Naturaleza y piden que se subsane a través de la intervención del Otro de la Medicina. Al no poder hacer del falo un significante, el transexual queda pegado a la anatomía y rechaza el órgano. Esta confusión entre el significante simbólico con el órgano real nos daría una definición mínima de psicosis. El transexual rechaza ese significado del Otro en lo real de su cuerpo y busca devenir La Mujer. Lacan pareciera mantener la hipótesis de la vinculación entre psicosis y transexualismo establecida en 1958.
Los casos de sujetos transexuales son cada vez más frecuentes. Presentan un desafío para el psicoanálisis que debe combatir prejuicios propios y ajenos, y preguntarse si siempre se trata de psicosis. Quizás, “en tiempos de Freud el delirio era la única forma en que la posición transexual podía ser dicha”[1]. Me pregunto si la ciencia, en la medida en que responde a la demanda de transformación, no evitaría el desencadenamiento psicótico en lugar de producirlo en algunos casos. Sólo una abundante casuística permitirá en el futuro cercano dirimir la cuestión, que se podrá responder uno por uno.
Bibliografía:
Freud, S. (1915). Tres Ensayos sobre una Teoría Sexual. Buenos Aires: Paidós.
Lacan J. (2001). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible. En Escritos II. Buenos Aires: Siglo XXI.
Lacan, J. (2012). El Seminario de Jacques Lacan. Libro 19.…O peor. Buenos Aires: Paidós.
[1] Néstor Yellati, Transexualismo, disponible en la web
ACTING OUT
Por Graciela Lucci

El ocaso de la función paterna, la alteración del ideal, el recrudecimiento de la severidad del superyó, el imperativo del discurso del amo con su consecuente hiperproducción de objetos de consumo y deshecho provocan una inflación narcisista del yo, favoreciendo ideales utilitarios y de consumo.
Este marco contemporáneo fundamenta algunas de las presentaciones clínicas de niños y adolescentes hoy, que se manifiestan bajo las formas del acting out y del pasaje al acto.
El acting out y el pasaje al acto son conceptos desarrollados y destacados por Lacan en el Seminario 10. Inferimos cierta relación entre dichos conceptos y la angustia. La angustia lacaniana es una vía de acceso al objeto a, y para acceder a ese resto que no es significante Lacan recurre a un afecto.
Partimos desde la lógica de que cada objeto de la pulsión debe situarse en el campo del Otro. Desde el momento en que cada objeto de la pulsión debe separarse del cuerpo y ser un objeto cesible la angustia resulta del hecho de que el objeto retorna del campo del Otro.
La inminencia del objeto es lo que genera angustia, no su separación.
Acting out
Lo que se intenta colocar en el acting el objeto de la pulsión. El sujeto es quien golpea la puerta del campo del Otro. Le dirige una escena para reintroducir al objeto a. La intención del sujeto es la de dividir al Otro para que su objeto se aloje y reubique en ese espacio. El llamado se hace para el alojamiento del objeto en alguna de sus versiones oral, anal, mirada o voz.
Lacan, propone pensar la orientación de la cura como aquella en la que el sujeto con su acting apunta a que su objeto de la pulsión sea tomado por el Otro.
Ese Otro es el Otro como lugar del significante. El sujeto al querer ser reconocido por el Otro, solo lo es en tanto objeto.
Es como si en el acting el objeto a estuviera descolocado.
El acting out queda ubicado en el pienso y no soy, del lado del inconciente. Es una mostración de una verdad, como una manifestación verídica.
Lacan nos advierte de la importancia que tiene sostener con la mano para no dejar caer.
En el caso freudiano de la homosexual femenina puede leerse cuando esta se arroja a las vías del tren, en ese “dejarse caer”, un pasaje al acto. Sin embargo, la aventura con la dama de dudosa reputación elevada a la función de objeto supremo, mostrándose por toda la ciudad, son leídos por Lacan, como actings previos al pasaje al acto.
Mientras que la bofetada de Dora al Sr. K es un pasaje al acto, ya que el sujeto se evade de la escena, Lacan lee como acting lo previo, o sea el no saber a quién ama, si al Sr K o a la Sra K.
El borde entre acting out y pasaje al acto a veces es muy fino, y puede pasarse rápidamente de uno al otro.
El acting out es esencialmente algo en la conducta del sujeto que se muestra, destacándose su orientación hacia el Otro.
El acting-out es un tipo de acción imprevista, que al no inscribirse como repetición, se diferencia del agieren freudiano. Para Lacan es el modo que tiene un sujeto de manifestar una verdad, ante algo que escapa a la palabra y llamamos real, con un rechazo a saber sobre eso. Algo que no puede ser simbolizado y que se muestra. Lo que se muestra en el acting, es la caída, es ese resto que cae.
El acting out es el esbozo de la transferencia, es transferencia salvaje. La cuestión radica en cómo hacer entrar el elefante salvaje en el cercado, cómo poner el caballo a dar vuelta en el picadero. Lacan nos da una indicación clínica: frente al acting no se lo interpreta, ni se lo prohíbe. La interpretación analítica como interpretación significante no funciona.
El sujeto, en acting, en tanto lugar de mero objeto, vive la experiencia de estar completamente fuera de los significantes. El tema proviene del objeto a; y la genialidad de Lacan fue dar lugar a esta diferencia. Es una cuestión muy difícil porque si está fuera del significante, no tenemos una fórmula significante para decir qué hay que hacer con un acting out. Pero entonces ¿qué hacer con ese objeto a que se muestra bajo una forma fantasmática según la escena que cada sujeto quiere hacer? Lacan nos muestra que es lo que se espera como resultado final exitoso del aplacamiento del acting out: hacer entrar la transferencia salvaje, y que se ordene analíticamente.
Es porque estamos en el lugar del Otro que nos llega o se nos puede dirigir un acting out.
¿Qué es lo que empuja a que el acting out sea una presentación clínica actual tan frecuente? El discurso del amo contemporáneo produce objetos de consumo y deshecho. El sujeto en el acting se muestra como ese resto, como aquello caído del Otro. La angustia aparece cuando algo que tendría que estar velado se presentifica, causando un efecto casi siniestro. ¿El efecto de la pregnancia de las imágenes: play, redes, viralizaciones, escraches, al ser imágenes que no llegan a velar lo siniestro, podrían estar en relación con el incremento de las actuaciones y de los actings?
Padres en lugar de niños, niños amos que funcionan en el lugar de objetos, sostenidos por una red simbólica más agujereada de lo necesario que dificulta el poder amarrarse de una manera diferente. Retos de la clínica actual.
SÍNTOMAS ACTUALES
Del Goce sin Otro a la invención del Otro
Por Andrea Carpi

Presentamos el tema síntomas actuales como desafío a la clínica analítica y la posición del analista hoy. Desde una nueva presentación de los síntomas, el abordaje analítico se plantea nuevos desafíos para el abordaje clínico, pensando el inconsciente en la actualidad y las nuevas formas de tratamiento del síntoma, sosteniendo a este último como aquello que no anda del sujeto pero al mismo tiempo como una solución singular, como invención de cada quien frente al “No hay relación sexual”.
Del síntoma autista al síntoma que se dirige al Otro
Los síntomas actuales nos despiertan a nuevas formas de trabajo en la clínica psicoanalítica. Se trata de inventar nuevas maneras de trabajo frente a la proliferación de nuevas formas del síntoma.
En el dispositivo analítico se trata de que ese síntoma en su vertiente autoerótica, que se satisface a sí mismo, se dirija al Otro. Hacer ex-sistir al Otro, en tanto se le supone un saber sobre lo que le pasa, hacer surgir la pregunta ¿Qué significa esto que me pasa?
Del síntoma mensaje al síntoma cuerpo que goza.
La época actual es la época del goce sin Otro. Se trata entonces de inventar ese Otro, de hacer existir al Otro vía la transferencia.
Los síntomas actuales en la época del Otro que no existe y la caída del Nombre del padre son síntomas que permiten pensar el inconsciente hoy como repetición de goce y no como desciframiento. Del síntoma como compuesto entre la pulsión y los sentidos, al síntoma actual como repetición del goce que no llama al desciframiento
La transferencia en la vertiente de la invención del campo del Otro permite salir del autoerotismo del goce en la vertiente pulsional y del objeto y, abrirse al campo de la palabra.
Preservar lo heterogéneo, la invención de lo singular
La toxicomanía, la bulimia, la anorexia, los ataques de pánico, la depresión, van a contramano de la verdad simbólica del síntoma como mensaje. Es el síntoma que no pide nada, que es fijación de goce. Esa opacidad del goce respecto del sentido en la época de la inexistencia del padre pone en cuestión el goce autístico de la repetición.
Se trata de pensar qué funciona para cada sujeto en su singularidad, como Nombre del Padre, como límite, como el que dice No.
Síntomas actuales. Objeto oral en los trastornos alimentarios
La perspectiva que muestran la anorexia, la bulimia y la obesidad contemporáneas ponen de manifiesto la clínica de una nueva forma del inconsciente, más próxima a lo que Lacan introdujo en su última enseñanza con la noción de lo real.
En esta época, el inconsciente no se revela en la forma de un querer decir, sino más bien en la forma de un goce sin sentido.
En los trastornos de la alimentación, lo que se pone en juego es el objeto oral. “Una problemática clínica propia de una nueva época del inconsciente, en una interrogación que bordea desde el hueso duro del rechazo anoréxico hasta el lleno de la saturada góndola insaciable de la obesidad“. Distintos estatutos del rechazo, diferentes presentaciones del objeto nada, diversas modalidades de lazo al Otro, permiten construir una clínica de la singularidad y de la invención de cada sujeto, uno por uno, como nos presenta el psicoanalista italiano Doménico Cosenza en su libro “La comida y el inconsciente“.
El psicoanálisis aborda el trastorno alimentario en su estatuto de síntoma, en su función de la pregunta simbólica que conlleva y del goce que encarna.
Dejamos abierto el camino de investigación y trabajo sobre los síntomas actuales en relación a los otros objetos de la pulsión, las heces, la mirada, la voz que empuja al goce sin límites y los síntomas como invenciones singulares como respuestas singulares en esta época de empuje al goce.
Bibliografía:
Cosenza D. (2013). La comida y el inconsciente. Buenos Aires:Tres haches
Focchi, M. (2012) Síntomas sin inconsciente de una época sin deseo. Buenos Aires: Tres haches
Naparstek, F. (2005). Introducción a la clínica con toxicomanía y alcoholismo Buenos Aires: Grama